José Antonio Alcázar
1. Convivencia y disciplina: las clases
Es tal la trascendencia educativa de las clases que cualquier
centro docente que se precie de calidad cuida con especial esmero que se
desarrollen en las mejores condiciones de orden y eficacia, pues una clase no
sólo es un lugar donde se imparten enseñanzas y se llevan a cabo determinados
aprendizajes, sino también, y muy principalmente, es el momento oportuno de
promover y desarrollar los valores humanos en los escolares. Nada de lo que
sucede en las clases debe escapar al interés y atención de los directivos del
centro. Antes al contrario: los objetivos de aprendizaje, las mismas
actividades de los alumnos y todo el entramado de relaciones interpersonales
que allí se dan, en cuanto que es ámbito de convivencia de profesores y
alumnos, constituyen una parte sustancial del proyecto educativo.
La calidad de una institución docente depende en gran medida de
cómo se dirijan y enfoquen las clases, de las condiciones de orden y trabajo
que se dan en ellas y, sobre todo, de la capacidad de los profesores para
estimular el esfuerzo de los estudiantes. Cabe, entonces, formularse varias
preguntas: ¿cómo lograr este ambiente armónico de trabajo?, ¿cómo conseguir que
los alumnos se integren en la clase?, ¿cómo promover la disciplina?, ¿en qué
medida se puede gobernar una clase sin recurrir a los castigos?, ¿cómo actuar
ante conductas irregulares?
En esta Nota Técnica se parte de considerar la disciplina
escolar como
el dominio de sí mismo para
ajustar la conducta a las exigencias del trabajo y de la convivencia propias de
la vida escolar, no como un sistema de castigos o sanciones que se aplica a
los alumnos que alteran el desarrollo normal de las actividades escolares con
una conducta negativa. La disciplina es un hábito interno que facilita a cada
persona el cumplimiento de sus obligaciones y su contribución al bien común.
Así entendida, la disciplina es autodominio,
capacidad de actualizar la libertad personal; esto es, la posibilidad de actuar libremente superando los condicionamientos
internos o externos que se presentan en la vida ordinaria, y de servir a los
demás.
Necesidad de unas normas básicas de convivencia
Podría pensarse que un buen clima en la clase o la actuación
positiva continuada de los profesores pueden hacer innecesarias las reglas de
disciplina, pero sería no caer en la cuenta de que esas reglas de actuación son
los puntos de apoyo que hacen posible ese buen clima
escolar. En efecto, el respeto a las personas y a las propiedades, la ayuda
desinteresada a los compañeros, el orden y las buenas maneras exigen que todos los que conviven en un curso
acepten unas normas básicas de convivencia y se esfuercen día a día por
vivirlas. El buen
clima de un colegio no se
improvisa, es cuestión de coherencia, de tiempo y de constancia.
Son imprescindibles, por tanto, unas normas que sirvan de punto de
referencia y ayuden a lograr un ambiente
sereno de trabajo, orden y colaboración; un marco generalmente aceptado,
que precisa los límites que la libertad de los demás impone a la propia
libertad. Para que esas normas sean eficaces, es necesario:
a) que sean pocas
y coherentes con el Proyecto
Educativo;
b) que estén formuladas
y justificadas con claridad y
sencillez;
c) que sean conocidas
y aceptadas por todos:
padres, profesores y alumnos;
d) que se exija su cumplimiento.
Sin embargo, las normas, por sí mismas, no son suficientes. No se
logra la disciplina escolar mediante
una casuística exhaustiva a modo de pequeño código penal escolar y con la
aplicación rigurosa de las sanciones establecidas. La normativa de la
convivencia no será nunca un "arma arrojadiza" en manos del profesor
para mantener artificialmente un ambiente de orden aparente. La convivencia
armónica y solidaria entre todos los que forman el colegio, es la consecuencia
de un proceso de formación
personal que lleva a descubrir la necesidad y el valor
de esas normas elementales de
convivencia; que ayuda a hacerlas
propias y a aplicarlas a cada circunstancia, con naturalidad y sin especial
esfuerzo, porque se han traducido en hábitos de autodominio que se manifiestan
en todos los ambientes donde se desarrolla la vida personal.
José Antonio Alcázar
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